martes, 14 de mayo de 2013

Retratos con gesto

"No todos se darán cuenta, pero es el tic personalista lo que caracteriza y profundiza en los retratos que Paco Navarro expone en el Casino de Murcia. Es preciso captar que es la mirada, el gesto, la sonrisa, incluso la insolencia, lo que hace que esos retratos adquieran una singularidad, que, puesta en manos de otros retratistas, quizá quedaría cercada solo por lo más elemental del rostro humano, lo que parece a los espectadores y lo que agrada, sin otras complicaciones.
En un repaso, por rápido que fuese, se advierte de inmediato que en cada uno de los retratados –sean figuras solemnes de nuestra sociedad o personajes más limitados al conocimiento público– brota su distintivo personal. Podría añadirse que el método de hacer trasciende esas características iniciales apuntadas, porque no se trata de captar algo que todo el mundo ha captado, sino de concebirlo desde una óptica propia y hacer que trascienda, a través de los demás aditamentos, que el autor aplica a sus trabajos. En unos se impone la mirada perdida, que parece sumir al personaje en una meditación sobre lo que se vislumbra allende el cercano horizonte; en otros, existe una mirada más cercana y recelosa, como si presintiese unos alrededores encubiertos de desconfianza. Pero también surgen en estos retratos otros signos claros, que definen al personaje, a través de la crudeza del rostro o de la indiferencia ante las situaciones.
Evocar el valor del retrato, como un síntoma de buenas hechuras, llevaría a una relación casi imparable de nombres, de ejemplos y de épocas, a lo largo de la historia de la pintura, en la que siempre han aparecido artistas capaces de revolucionar este mundo limitado, pero certero, del retrato. Frente a la autenticidad que pueden manifestar los grandes maestros del clasicismo, están la profundidad creativa de un Picasso o la disparatada intensidad cromática de un Warhol. Cada cual busca una edición de modos que, salvando todas las distancias, también busca Paco Navarro. Elude el realismo que consigna una más fidedigna reproducción, pero penetra por una amplia soltura de vericuetos, de pinceladas dilatadas y con el tono cromático medido, con las que sitúa a cada uno de los retratados en un espacio casi etéreo, liberado. Tampoco considera ineludible aplicar el color como una base incuestionable. A veces, la limpieza y la uniformidad sirven para que determinados rasgos del rostro no queden ocultos bajo bandas cromáticas de más atrayente apariencia, pero de menor legitimidad. Son, además, retratos inmersos en un ambiente naturalizado, en los que siempre hay fondos claros e indeterminados, que participan de la propia luminosidad que envuelve el ambiente en el que se encuentran los rostros.
Pese a esta insistencia – porque el retrato ocupa el mayor espacio de la sala –   Paco Navarro también presenta otras obras con las que quiere dar a entender que no es un pintor “especializado”. Escenas tan contradictorias, respecto a las comentadas, como manada de reses en el campo – ejecutadas con métodos similares a los ya descritos – son las que manifiestan otras labores certeras de este pintor".

Pedro Soler 
(Ababol, La Verdad, Murcia 11-05-13)